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Definir un objeto de tecnología punta como algo «mono» puede parecer una falta de respeto. De Cozmo, por ejemplo, el pequeño robot comercializado por Anki, se podría elaborar una lista de características técnicas que incluyeran sus cuatro motores y cincuenta engranajes que le permiten moverse con precisión y rapidez; o su cámara VGA con software de reconocimiento facial para recordar rostros y objetos; o su pantalla y sonidos que expresan un gran número de emociones; o las líneas de código (más de 1.200.000) que alimentan su inteligencia. Sin embargo, el experto en tecnología del Wall Street Journal se rindió a sus encantos y, dejando a un lado sus características, terminó definiéndolo como «cute» (adorable). Y su colega del Huffington Post llegó a afirmar que no encontraba palabras para describirlo que le hicieran justicia: «Cuando juegas con Cozmo olvidas que es un montón de chips y de sensores, y llegas a considerarlo un pequeño amigo. Te sientes mal cuando pierde en un juego y te sientes feliz cuando él se alegra al verte entrar en la habitación. Lo sé, suena raro».
Los responsables de esta rareza rompecorazones se conocieron estudiando robótica en la universidad de Carnegie Mellon. Mark Palatucci, Boris Softman y Hanns Tappeiner compartían, además de su pasión por los robots, un amor incondicional por los juguetes y los videojuegos. Esos intereses comunes fueron el germen de Anki, la compañía que fundaron juntos, y también el inicio del nacimiento de Cozmo. Tappeiner y sus amigos no entendían porqué mientras el mundo de los videojuegos estaba en constante evolución, los juguetes parecían anclados en las mismas convenciones de siempre. Así que decidieron trasladar lo que les gustaba de los videojuegos al mundo exterior a través de la robótica y la inteligencia artifical: el resultado es Cozmo.
“La idea era construir un personaje robótico al estilo de los que sólo podemos ver en las películas”, dice Tappeiner. Y, efectivamente, a menor escala uno puede imaginarse a Cozmo limpiando ingentes cantidades de basura en un planeta Tierra abandonado por los humanos. Porque su aspecto invita a emparentarlo con Wall-E, el protagonista de la genial película del mismo título. Para conseguir este diseño lo que Anki hizo fue incluir en su equipo, además de desarrolladores y expertos en robótica, un grupo de animadores con experiencia previa en cine (en estudios como Pixar). Cozmo aprende constantemente y muestra emociones de forma visible con movimientos, sonidos y la gestualidad de sus ojos; se enfada si pierde jugando, intenta el chantaje emocional como haría un cachorrillo y muestra entusiasmo cuando su dueño llega a casa. Tappeiner cree que las mascotas robóticas continuarán evolucionando muy rápidamente y que pronto todos querremos tener una en casa. Si son como Cozmo seguramente acierte porque… es tan “mono”.
Entrevista y edición: Zuberoa Marcos, Noelia Núñez, Douglas Belisario
Texto: José L. Álvarez Cedena
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